¿Puede una funeraria tener alma?

Un artículo de Nuria Capdevila, de Circle Corporation (España)
La diferencia entre la sostenibilidad y los criterios ASG (Ambiental, Social y Gobernanza) está en cómo se entienden y aplican. Los criterios ASG suelen analizarse de forma interdependiente, pero sin tener en cuenta del todo qué impactos pueden generar en los otros ámbitos. Es decir, se mira cada parte, pero no siempre el conjunto. En cambio, la sostenibilidad —que muchas veces representamos en el centro de las tres dimensiones— actúa de forma sistémica. Busca entender cómo lo ambiental, lo social y lo económico se conectan, se influyen y se afectan mutuamente.
La evolución del propósito empresarial
Durante al menos los últimos 50 años, muchas escuelas de negocios han promovido un propósito empresarial limitado: mejorar el bienestar financiero de los accionistas. Esto se ha mantenido, en parte, por su simplicidad: hay un solo grupo de interés a considerar, los accionistas.
Tal y como se menciona en el artículo ‘Partes interesadas en el sector funerario’ (Revista Funeraria, N.º 183) 1, es fundamental tener en cuenta a todos los grupos de interés en la toma de decisiones empresariales, especialmente en sectores con un alto componente social como el funerario.
Si miramos hacia atrás, veremos que gran parte de la literatura en finanzas y economía —tanto la que se enseñaba como la que todavía se enseña— se basa en el enfoque de que el principal objetivo de la empresa es maximizar el valor para los accionistas. Esta visión ha perdurado, en parte, por la inercia de seguir utilizando los mismos materiales didácticos, lo que ha reforzado su presencia en la enseñanza y la formación empresarial.
A lo largo del tiempo, cientos de miles de graduados y consultores formados con esta visión centrada en el capital financiero y en estructuras jerárquicas han promovido este modelo dentro de las empresas. Además, vincular la remuneración de los directivos al cumplimiento de objetivos puramente financieros ha consolidado una cultura empresarial centrada exclusivamente en este propósito 2.
Cuestionando el modelo tradicional
Dadas las consecuencias visibles en la sociedad de este modelo centrado en la maximización de ganancias —como los abusos, omisiones e impactos negativos provocados por algunas empresas—, han surgido voces que cuestionan la primacía de los accionistas como único grupo de interés relevante.
Casos como la crisis del coronavirus demostraron que los mercados no están diseñados para incorporar temas de justicia social o equidad. Ante esta realidad, tanto desde la sociedad civil como desde algunos sectores empresariales, se ha impulsado un llamado a ampliar el propósito de la empresa: no solo generar ganancias para los accionistas, sino también crear valor —financiero y no financiero— para otros grupos de interés y para la sociedad en su conjunto.
Esta toma de conciencia llevó a un redescubrimiento de la Responsabilidad Social de las Empresas (RSE), un enfoque que ha cobrado fuerza especialmente en las últimas cuatro décadas. Este giro responde, en parte, a los efectos del modelo neoliberal impulsado en los años ochenta por líderes como Margaret Thatcher y Ronald Reagan, quienes promovieron la idea de que el único propósito de la empresa debía ser generar la mayor cantidad de dinero posible.
Bajo esta lógica, ayudar a la sociedad se veía como un subproducto del éxito financiero. Se confiaba en que el mercado “haría llegar” los beneficios al resto de la sociedad mediante el llamado efecto derrame (trickle-down). Sin embargo, aspectos como la producción responsable, el empleo digno, el abastecimiento ético o el cumplimiento fiscal no eran considerados prioridades. Y esta visión fue ampliamente reforzada por las enseñanzas de muchas escuelas de negocios.
De la teoría a la práctica: sostenibilidad en el sector funerario
Para que la sostenibilidad pase de ser un concepto teórico a una realidad palpable, es necesario que las empresas adopten prácticas concretas que reflejen un compromiso genuino con todos sus grupos de interés. El sector funerario, por su naturaleza y función social, tiene una responsabilidad particular en este sentido.
Integrar estos principios en el día a día de las empresas no es solo una cuestión de imagen o cumplimiento, sino de coherencia entre propósito, prácticas y valores. Uno de los ejemplos más relevantes se da en el caso de los proveedores del sector funerario: adoptar protocolos de compras éticas y sostenibles que regulen aspectos clave de la relación comercial. Esto implica establecer políticas de pago en plazos razonables, asegurar una negociación justa alineada con la calidad del producto, fomentar una competencia leal, respetar la propiedad intelectual de los diseños y procesos, e integrar criterios como el ecodiseño y la trazabilidad en toda la cadena de suministro.
Evitar prácticas como la presión por bajar precios que comprometen la sostenibilidad del productor especializado no solo fortalece la economía del sector, sino que también protege la integridad del producto y el respeto por los procesos que lo hacen posible. No se trata solo de “comprar bien”, sino de hacerlo con responsabilidad y visión de futuro.
Sabemos que implementar estos principios no siempre es fácil, especialmente en entornos con alta presión económica o normativa. Pero precisamente por eso, cada paso cuenta y suma en la construcción de un modelo más resiliente y justo.
El valor de una cultura empresarial auténtica
La transición desde un modelo empresarial centrado exclusivamente en el beneficio económico hacia uno que integra los criterios ASG de manera sistémica requiere un cambio profundo en la cultura empresarial. Este cambio va más allá de las políticas escritas o las declaraciones de intenciones; debe reflejarse en las decisiones diarias y en cómo se relaciona la empresa con todos sus grupos de interés.
En sectores como el funerario, donde el componente humano y emocional es tan importante, esta coherencia entre valores declarados y prácticas reales cobra especial relevancia. Los clientes, proveedores, empleados y la sociedad en general perciben y valoran cada vez más esta autenticidad.
Porque, al final, la cultura empresarial no es lo que se dice, sino lo que se practica. Y cuando se alinea con un propósito más amplio —que integra verdaderamente los aspectos ambientales, sociales y de gobernanza en una visión sistémica de sostenibilidad—, es cuando realmente demuestra su valor. Quizá no podamos cambiar el modelo económico de un día para otro, pero sí podemos cambiar cómo tomamos decisiones dentro de nuestras propias organizaciones. Y eso ya es un gran paso para inspirar a quienes nos rodean y marcar el camino.
Como señala la teoría del caos, una mínima variación en las condiciones iniciales puede, con el tiempo, generar un cambio profundo. En otras palabras, cada paso que damos —por pequeño que parezca— puede desencadenar transformaciones mayores. Por eso, avanzar hacia una cultura empresarial más consciente, ética y sostenible es más que una aspiración: es una responsabilidad que empieza en lo cotidiano.
Fuentes
1 Capdevila, N. (2025). Partes interesadas en el sector funerario. Revista Funeraria, (183), 86–87.
2 Brower & Payne, 2018; Stout, 2012.