Entrevista a José Romero Sánchez, Asesor CEO’s, Sociedades y Gestión

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José Romero es toda una institución en el sector funerario de nuestro país. Fue en su momento el gerente más joven de España y una de las personas que lideró el proyecto de creación del Grupo Albia, su “gran obra”, además de ser testigo y partícipe de muchos de los acontecimientos importantes que han marcado la historia del sector en las últimas décadas. En esta entrevista, Romero –quien anunciaba su jubilación el pasado mes de septiembre- hace un repaso de sus inicios profesionales en la Agencia de Barcelona de Santa Lucía y cómo, posteriormente, sus ascensos dentro de la compañía le llevan a trasladarse a Madrid. Asimismo, explica de qué manera se gestó la creación del Grupo Albia cuyo objetivo fue garantizar la mejor prestación a los asegurados, y sobre todo, hace balance de todo lo que le ha supuesto su trabajo en el terreno más personal, ya que le ha permitido conocer a “grandes profesionales y mejores personas”. “Las relaciones se inician mercantilmente, pero con los años se convierten en una amistad de años, leal y muy cercana”.

En septiembre iniciabas una nueva etapa vital con tu recién estrenada y merecida jubilación. ¿Cómo ha sido el paso de dejar una actividad profesional frenética como alto directivo a una vida mucha más tranquila? 

Es un paso que resulta extraño y una situación nueva para mí. Hay que tener en cuenta que he sido Administrador Único y Apoderado General de Albia desde su creación y Alto Directivo hasta el año 2020, momento en el que algunos acontecimientos y mi propia salud, no me permitieron seguir ofreciendo el nivel de atención y dedicación que necesita y exige una compañía como Albia. No olvidemos que hablamos de más de 1.000 empleados, a lo que debemos sumar las incursiones que se han hecho en Sudamérica que es otro negocio que también necesita mucha atención.

¿Y cómo son esas primeras sensaciones una vez dejas atrás tus compromisos laborales y empresariales?

Cuando llegas a la Tesorería de la Seguridad Social para tramitar tu jubilación, la sensación es indescriptible. Se supone que es para bien, que llega tu merecido momento y que por fin podrás dedicar tiempo a tus aficiones, pero lo cierto es que es algo nuevo que nunca has probado y desconoces qué sabor tiene. Es algo que iré descubriendo poco a poco. Mi familia dice que van a sufrir más ellos que yo mi nueva situación, sobre todo, mi mujer, Lali, que teme tenerme en casa ‘fiscalizándola’.

Si nos remontamos a tus inicios, ¿cómo y cuándo empiezas a trabajar en el sector funerario?

Mi padre, Diego Romero, era agente de seguros de Santa Lucía y tenía su propia funeraria. En ese sentido, es algo con lo que he convivido desde mi infancia. Cuando me voy haciendo mayor, me desentiendo del negocio familiar y opto por otros caminos y, por eso, cuando mi padre se jubila decide vender la empresa a su gran amigo, compañero y camarada de toda la vida Josep Gabriel, un hombre honesto, muy trabajador y respetuoso, cuyos hijos, Joan y Jaume Gabriel, son los actuales gerentes de la Funerària Anoia. Con Josep mi padre compartía muchas cosas, hasta el vicio de fumar puros, y mantuvo una amistad inquebrantable hasta el final de sus días. Por mi parte, inicio mi actividad profesional en el año 1980 lejos de él, en la Agencia de Barcelona de Santa Lucía. No quise trabajar a su lado porque hubiésemos discutido mucho. Mi padre era un gran tipo, buena persona, amante de la familia, currante y muy exigente consigo mismo y con quienes le rodeaban, eso último lo he heredado de él.

¿Y cómo fueron esos primeros años en Santa Lucía?

Fruto de mi trabajo y de la confianza que depositó en mí la compañía, fui promocionando y tuve diferentes cargos de responsabilidad: Jefe del Equipo Comercial, Coordinador Comercial, Gerente y después Inspector de Central en sus oficinas abiertas al público. En esa época ya dependo de Madrid y empiezo a viajar a la capital. Visitaba todas las Agencias de Cataluña y Baleares, de hecho, con algún agente de entonces y con sus hijos mantengo todavía contacto 30 años después.

Aprovecho esta oportunidad para agradecer a Santa Lucía –que ha sido mi casa- las oportunidades que me ha brindado a lo largo de los años. La promoción interna hace que los empleados luchen por un objetivo cada día y, en mi opinión, da muy buenos resultados. Quiero expresar también mi agradecimiento a personas con las que he compartido penas y alegrías en la compañía, algunas tristemente fallecidas, entre ellas, Jesús Priego, Rafael López (†), Antonio Vázquez (†), Pepe Díaz, Jesús Gómez, Rafael Guzmán, Antonio Tena, Juan Sánchez Benito, Manuel Gil, Andrés Romero (actual Consejero Director General de Santa Lucía) y otros tantos profesionales que siempre que los necesité estuvieron a mi lado y espero que sigan por mucho tiempo.

Mi cometido también me permitió coincidir con muchos funerarios y conocer de primera mano el servicio que prestaban en los años 80 a las compañías de seguros. En aquel tiempo se negociaba y se discutía bastante, pero al final llegábamos a acuerdos satisfactorios para todas las partes.

¿Cuáles eran las principales dificultades a las que se enfrentaban las empresas funerarias?  ¿Qué profesionales recuerdas de aquella etapa?

Los funerarios tenían miedo a lo desconocido, siempre te miraban de reojo, ponían en duda cualquier propuesta que llevaras desde la compañía de seguros, principalmente porque no estaban por la labor de innovar ni cambiar nada. En las ciudades había empresas funerarias, pero en las pequeñas localidades no tenían medios, los carpinteros del pueblo eran quienes fabricaban los ataúdes. Recuerdo con especial cariño a mi querido amigo y agente de Girona D. Alejandro Baldellou (†), un trabajador incansable que hablaba de los carpinteros (les llamaba ‘fusterets’) como funerarios de las zonas de Figueres, Lloret, entre otras. También recuerdo con mucho cariño a los agentes con los que traté en esa época como Josep Mas Espinasa (†), nuestro incansable agente de Granollers; Alfonso Igleisas de Pontevedra; Fidel Jorge de Caldes; José Luís Varela Paz (†) de Vigo (muy gallego él, me enseño que nunca hay que poner los caudales todos juntos), padre de José Luis Varela Tabares, actual Director de Pompas Fúnebres del Condado, o nuestro querido agente que hoy disfruta de su jubilación en Ibiza, José Luis Mari, padre de Ana Mari (actual Directora de Pompas Fúnebres de Ibiza). Todos ellos estaban tan comprometidos con el negocio, las personas y los asegurados que daba gusto trabajar a su lado.

A finales de los 80 estuve en Lleida destinado como Gerente. Fui el Gerente más joven de España y en esa aventura me embarqué animado por Jesús Gómez. Allí tuve la oportunidad de conocer a un hombre fantástico, emprendedor, con una gran capacidad para escuchar a las personas y que era el Presidente de UCEAC, la rama catalana/provincial de Unespa. Ese no es otro que D. Juan Vicente Benet, padre del actual Director de La Lleidatana de Lleida, Vicens Vicente. Precisamente, con el apoyo de Juan Vicente quise empezar a romper el tabú del ‘servicio funerario de compañía’ y trabajar para brindar la mejor prestación posible a nuestros clientes. Él me decía: ‘estàs boig, però tira endavant’ (estás loco, pero tira adelante). Y con ese objetivo, poco a poco, fuimos transformando los servicios estándar de las aseguradoras por unos servicios más dignos y completos. Actualmente, y después de liderar todos mis proyectos poniendo en valor el servicio prestado por la compañía de seguros, puedo afirmar que económicamente hablando en muchas zonas es incluso superior al de otras contrataciones.

Hace unos meses entrevistábamos a Daniel Palacios, actual CEO de Albia, con motivo de los 25 años de la compañía, quien al hablar de los orígenes del grupo funerario te nombraba como uno de los impulsores del proyecto. ¿Por qué se decide crear Albia?

Albia nace con la idea de poder garantizar la mejor prestación funeraria a nuestros asegurados, tanto a nivel de calidad de los servicios como en el plano económico. Y con ese objetivo me traslado en enero de 1997 a Madrid. El anterior Consejero Director General de Santa Lucía, Jesús Priego, el Asesor Jurídico del Consejo de Administración, Manuel Gil, y yo mismo fuimos los encargados de liderar ese ambicioso proyecto.

Y para entender cómo se gestó Albia también hay que tener en cuenta que diversos agentes de Santa Lucía con negocio funerario no tenían sucesores, con lo cual nos vimos obligados a recuperar la cartera y comprar la funeraria. El crecimiento inorgánico nació de la adquisición de empresas que no tenían sucesión o que económicamente no estaban saneadas y se veían obligadas a buscar una salida. Estas circunstancias nos llevaron a realizar más de una operación en ese sentido, aunque nunca fue nuestra razón de ser.

Pero en esa época anterior a la creación de Albia ya contaban con algunas sedes funerarias.

Efectivamente, teníamos algunas sedes funcionando como la Merced Jerez, La Soledad en Málaga, la Soledad en Granada y La Corona en Badalona (esta última tiempo después fue unificada a lo que es hoy Pompas Fúnebres de Badalona). Precisamente, en Badalona conocí a uno de mis grandes amigos en la profesión, Fernando Galeano. La primera parte del trabajo consistió en coordinar estas sedes; porque hasta entonces funcionaban de forma casi autónoma y había que incluirlas en un Plan de Trabajo. Tuvimos que concienciar a sus respectivos gerentes de que íbamos a cambiar la forma de proceder y de que empezaríamos a trabajar de forma más cohesionada como Grupo y, muy importante, íbamos a crear una única imagen corporativa. Empezamos pintando todos los coches del mismo color (de esto se acordará Josep Canals de la empresa Bergadana) y también quisimos que todo el personal contase con un mismo uniforme. Así, lográbamos que los clientes tuviesen la misma percepción de empresa, independientemente del lugar donde se prestaba el servicio.

Recuerdo a los gerentes de entonces, muchos jubilados y alguno aún en activo, como Francisco López Arroyo; Emilio Martín; Augusto Cerceda; Daniel Alonso James; Juan Jiménez; Pepe Muñiz; Tomás Vega; José Miguel Teruel, y Miguel Puyol, todos ellos excelentes profesionales, igual que todas las personas que colaboraron conmigo y de las que guardo especial cariño como Óscar Mogena, hoy Director Financiero; Alejandro Ocejo, actualmente Responsable de Tesorería; Antonio Alba; José Maqueda (el primer informático que contratamos); Elena González; Sergio Fernández; Alberto Blanco; Jorge Daniel Pérez; Domingo Domínguez (†); Iñaki Cabello; Jesús Cruz; Emilio de Leyva; Carlos Gallego (actual Director de Sostenibilidad y Marketing) y Juan Muñoz (actual Director de TI) y otras incorporaciones más recientes como Ehishel Gornals; David Losada; Joan Serret; Tomas Olivera, y muchos más que no quisiera olvidar.

Y con el paso de los años también estrechas lazos con profesionales de otras empresas del sector con los que compartes muchas experiencias y vivencias en el plano profesional y personal.

En esa época conocí a mis amigos José Morales, Rafael Palacín, Josep Canals, Juan Antonio Zarco, Javier Ayuso, Ignacio Casasnovas, Ruud Van Beurden, Juan Alberto Díaz; a María Teresa (†), Ricardo Molina, Rafael Urío, Fernando Galeano, Pedro Mata (†), Juan Valdivia (†) Ángel Valdivia, Pedro de Diego, Tino Fano y su hijo Javier Fano, Presidente de Funeraria Gijonesa, Alberto Núñez, Juaco Ruíz conocido por Nereo, José Maria García, Filiberto Sosa, José Juan Payá, Pepe Payá (del cual nunca me creí que dejaría el negocio a sus hijos y se apartaría para dejarles hacer, aunque finalmente lo ha cumplido), Josep Maria  Fenés, Josep Ciurana  (†), Miguel Escorihuela, Beatriz Colom y Ernestina de Funermostra y al tipo más grande no solo en el ámbito empresarial sino como ser humano D. Antonio Álvarez (†), padre del actual presidente de Interfunerarias, Alberto Zoilo Álvarez, y tantos otros compañeros y amigos que no quisiera omitir pero es una lista muy larga. Y, por supuesto, conocí a un tipo sin igual, cariñoso, afable, muy currante y amigo de sus amigos, mi querido amigo Gonzalo Amorós, un hombre fantástico y un gran culé, y posteriormente a su equipo encabezado por Romina y María.

De todos ellos aprendí muchísimo, sin duda ninguna. Las relaciones se inician mercantilmente, pero con los años se convierten en una amistad de años, leal y muy cercana.

¿Cómo fueron los inicios de Albia y de qué manera ha ido evolucionando hasta hoy?

En aquel entonces teníamos claro que si queríamos destacar como grupo funerario debíamos invertir, y mucho, en diversos aspectos. Por ejemplo, en el vehículo fúnebre. Fuimos la primera funeraria del país en contar con una flota de Mercedes Benz para la prestación de los servicios. Queríamos preservar y asegurar los derechos y la prestación funeraria de nuestros clientes/asegurados por encima de todo.

Los primeros años fueron muy duros, todo el sector recelaba de nosotros, muchos empresarios tenían en sus zonas verdaderos mausoleos para protegerse (de qué o de quién me he preguntado muchas veces), y no permitían la entrada de competidores. Eso provoca que vivamos momentos bastante complicados y que nos veamos a veces obligados a realizar inversiones en lugares que, de haber llegado a determinados acuerdos con los funerarios locales, no hubiesen sido necesarias.

El sector ha evolucionado mucho en los últimos años gracias, entre otros factores, a la llegada de las nuevas generaciones. Muchos de los nuevos directivos y empresarios funerarios son jóvenes que conocen el sector desde pequeños pero que, además, se han formado en la universidad y en escuelas de negocio y aportan profesionalidad al sector. Asimismo, la irrupción de nuevas tecnologías ha facilitado la comunicación y la expansión tanto a nivel empresa como al binomio cliente/prestación.

Además de la creación de Albia, ¿de qué iniciativas desarrolladas en el ámbito funerario te sientes más orgulloso?

Eso sería como preguntar a un padre cuál es su hijo preferido, pero si tuviera que destacar algunos proyectos estoy muy orgulloso de nuestra entrada en Euskadi ya que empezamos por Éibar y le siguieron pequeñas plazas hasta llegar a Ermua. Precisamente, nuestra llegada a Ermua coincidió con el sepelio del malogrado Miguel Ángel Blanco y la verdad que fueron momentos muy duros. Hoy en día, somos un referente en Euskadi en prestación y presencia funeraria. Asimismo, recuerdo con mucho cariño la construcción del Tanatorio de Antequera (Málaga). De aquella experiencia guardo una anécdota y es que, al lado del cementerio, que estaba situado prácticamente en la ciudad, construyeron un bloque nuevo de pisos que en la zona se conocían como urbanización ‘Poltergeist’.

Para mí, ha sido también muy importante el crecimiento exponencial de Albia en Andalucía, las sociedades que tenemos en Cataluña y nuestra presencia en la Comunidad de Madrid, fruto de un trabajo laborioso pero constante.

También recuerdo con mucha ilusión la construcción del Tanatorio de Sevilla-30. Una obra de gran envergadura y con unos socios que pasaron a ser familia como el malogrado Álvaro Gallego (†) del que guardo mucho cariño y mis queridos amigos Rufino Martín y Fernando Pouso. Son experiencias que solo se viven una vez. Por último, la construcción del Tanatorio de Badalona; para mí ha sido un verdadero honor tener de partner y haber trabajado junto a Ana Gassió, además de con Joan, Vicente y Guillermo Payá.

Pero el proyecto del que me siento más orgulloso es, sin duda, del nacimiento de Albia.

Además de los logros profesionales, puedes presumir de contar con el apoyo y el reconocimiento de tus compañeros y amigos, muchos de los cuales se han pronunciado públicamente tras el anuncio de tu retirada. ¿Qué balance haces precisamente de esa parte más personal que te ha brindado el ejercicio de tu profesión?

Pues en estos momentos que, como apuntaba al principio, estás aterrizando a la que va a ser tu nueva vida y te sientes confuso, es de gran ayuda contar con su apoyo. Está siendo muy reconfortante sentirme tan querido y valorado, eso no tiene precio. Por mi trabajo he conocido a muchísima gente, con diferentes formas de pensar y de hacer las cosas, y eso al final es enriquecedor. Con muchas de ellas igual no he acabado haciendo negocio, pero jamás he cerrado la puerta a nadie. Y tengo la suerte de tener amigos y buenos compañeros en la profesión que han sido mi competencia, pero que nos hemos respetado mutuamente. La parte negativa es cuando tienes que despedirte de algunos de esos profesionales, bien por jubilación o porque fallecen, porque nunca lo llevas bien.

Haciendo balance, y por todo lo que me ha aportado mi trabajo a nivel personal y profesional, volvería a dedicarme al mismo sector. Por eso, me hizo especial ilusión recibir en 2022 el Premio al Mejor Directivo Funerario. Fue un reconocimiento que me hicieron en Funergal y cuyo galardón recibí en manos de Carmen Olmeda (La Guía Funeraria) y Ruud Van Beurden, director de Funeral Products.

Y en el plano personal, también me llevo el haber compartido mucho tiempo con mi querido amigo y compañero de fatigas Alberto Ortíz, con Ramón Llaona (actual director General de Enalta), José Vicente Aparício (Presidente de Funermostra), o Juanjo López Vivas, actual Directivo de Iniciativas Alcaesar y Vicepresidente de Panasef.

Al final son muchos años en este barco, ya que hasta el pasado 9 de septiembre fui el Directivo Funerario en activo más antiguo del país.

Bajo el prisma de tu dilatada trayectoria en el sector, ¿cómo crees que ha cambiado en los últimos tiempos?

Como comentaba antes, la transformación más reciente del sector ha sido impulsada por la llegada de nuevos directivos, muchos de ellos jóvenes hijos de funerarios que conocen bien el negocio pero que tienen otra formar de hacer y actuar en las empresas. Aún recuerdo a mi amigo D. Joan Ventura Coll, padre de Josep y Joan Ventura, actuales directores de Áltima (excelentes personas y profesionales), fumando en pipa allá por los años 70 y 80, cuando creó el Gremio Catalán con la idea de fomentar la unión entre todas las empresas para ser más productivas y eficientes. Ventura Coll tenía una visión para los negocios como  en pocas personas he conocido.

El problema de algunos jóvenes de hoy es que vienen con ideas nuevas, pero que, fruto de su inexperiencia, no miden las consecuencias antes de implantarlas. Aunque como decía un antiguo jefe y gran amigo: ‘La juventud es la única enfermedad que se cura con el tiempo’. Pero, evidentemente, ellos aportan sabia nueva, energías renovadas, conceptos innovadores… y al final, las empresas necesitan evolucionar para seguir adelante.

En los últimos años tu función principal en Albia y en otras sociedades donde has formado parte de los Consejos de Administración ha sido precisamente la de asesorar a esos nuevos CEO’s y altos directivos, aportando una visión global y estratégica de los servicios funerarios fruto de la experiencia y conocimientos sobre el negocio. ¿Qué consejos les darías a esas nuevas generaciones que están hoy en día al frente de las empresas funerarias?

A esas nuevas generaciones las veo muy preparadas porque, como apuntaba anteriormente, en muchas ocasiones son descendientes de funerarios que conocen el sector pero que además se han preparado académicamente en escuelas de negocio y universidades. Y aquellos que no han tenido la suerte de nacer en un ambiente de funeraria familiar, son conscientes de que se tienen que esforzar más para entender la idiosincrasia de este sector, que no se aprende en ninguna escuela de formación. Mi principal consejo es que sean ambiciosos a la hora de querer mejorar cada día, tanto el propio servivio funerario, como la relación con los empleados, con las familias… pero sobre todo les diría que sean nobles, porque solo si eres buena gente puedes llegar a ser un gran directivo. Y siempre es muy importante cuidar al equipo, a todos los empleados, ellos son quienes tratan con las familias, y su profesionalidad y empatía es crucial para la imagen de la empresa. Se han de conocer todas las particularidades del sector, no puedes dirigir desde un despacho alejado de la realidad. Mi experiencia me dice que cuando un empleado, colaborador o directivo comparte contigo algún problema, debes saber de qué habla y qué solución puedes aportar si la necesita, y si solo conoces la parte más administrativa de la empresa, estás vendido.

¿Cuáles son los mayores desafíos a los que se enfrenta una funeraria en la actualidad, independientemente de su tamaño?

Más allá de desafíos, lo que veo es que las empresas hoy en día se enfrentan a una realidad muy distinta a la que vivíamos nosotros, porque ahora el mundo cambia demasiado rápido, y eso implica que sea necesario estar muy preparado a nivel mental y formarse continuamente. Porque la agilidad a la hora de gestionar el negocio es más importante que nunca. Y, en concreto, a la pequeña y mediana empresa le aconsejaría que tenga mucho cuidado con cada una de sus decisiones y que vigilara todo aquello que tiene que ver con los medios digitales y las redes sociales, porque un error de cálculo puede ser fatal tanto para su reputación como a nivel económico, y en el caso de contar con menos recursos que una empresa de gran volumen, puede comportar el cierre.

Y si hablamos de futuro, ¿qué retos deberá superar el sector funerario en los próximos años? ¿Qué papel crees que desempeñan las nuevas tecnologías en la evolución de los servicios funerarios?

Las nuevas tecnologías, la Inteligencia Artificial y las redes sociales implican una gran apertura al mundo, pero a la vez hacen que la transformación sea constante: lo que vale esta tarde, mañana ya no. Eso requiere una formación y actualización diaria. Se ha de tener muchísimo cuidado en este sentido, porque una comunicación mal gestionada puede generar un conflicto tremendo hoy en día. Por eso, mi consejo es ejercer un control por parte de la Organización de todas esas nuevas tecnologías, que son muy efectivas y necesarias, pero también, reitero, peligrosas. No obstante, esos avances tecnológicos aportan, a su vez, muchos beneficios para las empresas a la hora de agilizar la gestión e interactuar con las familias. Por ejemplo, uno de los principales avances que se desarrolló sobre todo a raíz de la pandemia es la retransmisión de las ceremonias vía streaming que permite a aquellos familiares que no pueden desplazarse, estar presentes en el momento del sepelio.

Entre los diversos cargos que has ostentado a lo largo de los años, se encuentra el de miembro de la Junta de Gobierno de Panasef. ¿Cómo valoras el papel de la asociación dentro del sector funerario?

En primer lugar, quiero señalar que para mí ha sido un honor pertenecer a la Junta de Gobierno de Panasef y ejercer la función de Tesorero; todos hemos trabajado de manera altruista por el bien común. Y es que, en los últimos años Panasef ha llevado a cabo una brillante labor para dignificar el sector funerario. Asimismo, la asociación se ha preocupado de que todo el sector estuviera representado, acogiendo empresas de diferentes tamaños, y ha promovido la formación continua de sus profesionales, con el fin de ayudarles en el proceso de ‘reciclaje’, posibilitando su adaptación a los nuevos tiempos y a las necesidades de las familias. Un arduo trabajo cuyos objetivos han sido garantizar la excelencia en la prestación funeraria y la transparencia de las empresas, así como acercar el sector a la población.

La cohesión es lo más importante en cualquier sector porque significa remar todos a una; saber hacia dónde nos dirigimos y qué queremos comunicar al exterior. Lamentablemente, sigue existiendo cierta desconfianza por parte de algunas empresas hacia lo que es y representa Panasef, que les lleva a no querer asociarse. A todas ellas les animaría a que se unieran a Panasef para que pudieran comprobar lo que les puede aportar y que ellas también pudieran contribuir con nuevas ideas a seguir avanzando porque estoy convencido de que desde la organización están abiertos a escuchar.

Y otro motivo fundamental para confiar en Panasef es su equipo encabezado por Alejandro Quinzán como Secretario General, Alicia Vaquero (Secretaría) y Reyes Aguilar (a quien todos conocemos desde hace muchísimos años y no por mayor, sino porque empezó desde muy jovencita y ejerce una gran labor dentro de la entidad).

¿Crees que esa percepción que tiene la sociedad sobre el sector funerario ha cambiado o queda mucho por hacer en ese sentido?

Se puede y se debe seguir trabajando en este aspecto, sobre todo para poner en valor la profesionalidad del sector. Y en ello están trabajando no solo Panasef sino otras entidades que se han creado recientemente. También vosotros, con la labor que realizáis editando la revista y organizando el Simposium Funerario, contribuís a esta profesionalización de nuestro sector. Es importante promover el respeto de las empresas funerarias a los códigos éticos establecidos, a la propia competencia y a las personas, tanto clientes como empleados. Solo así se garantiza una buena prestación funeraria, con un personal motivado, bien formado y que trabaja con un buen clima laboral.

¿Alguna última cosa que quieras compartir antes de finalizar esta entrevista?

Quiero reiterar mi agradecimiento a todas aquellas personas que me han acompañado a lo largo del camino, con las que además de trabajar, he podido aprender infinidad de cosas, luchar, competir, abrazar… la mayoría de ellas me han brindado todo su cariño y digo la mayoría, porque nunca nada es al 100%.

Gracias al equipo directivo y empleados de las Oficinas Centrales de Albia por su gran profesionalidad y honestidad, y a quienes se han preocupado por mí y me han deseado lo mejor en esta nueva andadura. Asimismo, quiero agradecer a mis sucesores, Eduardo González y Juan Rodríguez, el cariño, respeto y cuidados con los que me han tratado siempre. Y llegados a este punto, quiero resaltar la figura del actual CEO de Albia, Daniel Palacios, a quien deseo todos los éxitos del mundo. Daniel es un hombre de la casa, un profesional excelente que conoce el negocio desde hace años y que ha sabido adaptarse al mercado y a la cultura de empresa. Es, además, una persona joven que aporta modernidad y, muy importante, continuidad.  Él sabe que me tiene para lo que necesite; si puedo contribuir a que ‘mi Albia’ siga creciendo y ofreciendo excelentes prestaciones a nuestros clientes, que es nuestra razón de ser, estaré encantado de ayudar.

Y, por encima de todo, me gustaría agradecer a mi esposa Lali y a mis hijos, Ferrán y Gerard, la paciencia que han tenido conmigo y el haberme permitido durante todos estos años que me centrase en el gran proyecto que me llevó a Madrid y haber contribuido a que todo saliera bien. Sin ellos no lo hubiera conseguido. Muchas gracias a TODOS por ser como sois; ¡no cambiéis nunca! Hasta siempre.

Consulta la entrevista completa en el número 181 de Revista Funeraria. 

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