Según la Asociación Nacional de Servicios Funerarios, Panasef, los actos fúnebres que tienen que contratar los familiares de un fallecido pueden incluir hasta 25 actividades diferentes de tipo jurídico y administrativo, social, funcional y emocional. Todo ello, además, se debe organizar y poner en marcha en un espacio muy corto de tiempo que suele concentrarse entre 24 y 48 horas.
Cuando ocurre un fallecimiento, los familiares suelen estar bajo un fuerte impacto emocional pero tienen que sobreponerse para contratar los actos fúnebres. En esos momentos juegan un papel trascendental las personas de las empresas de servicios funerarios que tienen que asesorar a los deudos y prestarles los servicios necesarios, que muchas veces pueden incluir hasta 25 actividades o más que hay que coordinar con precisión.
Todas las actividades que hay alrededor de un servicio funerario hay que realizarlas en 24/48 horas y su perfecta coordinación es clave para llevar a buen puerto la misión de proporcionar alivio a quien ha sufrido la pérdida de un ser querido. Estas necesidades pueden ser, básicamente, de cuatro tipos:
Administrativas/Jurídicas: realizar autopsia si lo determina el juez, comunicación al registro civil, donación de órganos, certificado médico de defunción, tasas municipales, permisos de Sanidad, autorización de traslado, coordinación con la aseguradora (si la hubiere), etc.
Sociales: elegir y contratar el velatorio para recibir a los amigos y familiares y velar al difunto, contratación de la esquela para comunicar el fallecimiento y los actos, organización de la ceremonia religiosa o civil, catering para los familiares y allegados, música para la ceremonia, etc.
Funcionales: elección del ataúd o arca, traslados del domicilio al cementerio o tanatorio, trabajos de tanatopraxia o tanatoestética, incineración o inhumación y, en su caso, elección de urna para guardar las cenizas o gestiones con el cementerio para la elección o la apertura del nicho, sepultura o panteón familiar, etc.
Emocionales: flores para la decoración del tanatorio, la capilla o la tumba, lápidas (grabación, etc.), libro de recordatorios, productos para recordar el difunto (diamantes, objetos grabados, etc.), asistencia psicológica para confortar a la familia, etc.
“Cuando se produce un fallecimiento el familiar directo se ve desbordado por un cúmulo de decisiones que tomar, y todo ello bajo un fuerte shock emocional. Tiene que abordar muchas tareas en muy corto espacio de tiempo y es aquí donde aparece la figura del profesional funerario, que le tiene que informar, asesorar y encargarse de solucionarle todo lo necesario para que se pueda centrar en lo realmente importante: despedir a su ser querido”, explica Juan Vicente Sánchez-Araña.