En la actualidad, las prácticas sostenibles están en auge, tanto por la concienciación medioambiental en la que se ha inmerso la sociedad en los últimos años como por la reducción de costes que se derivan de éstas. Por ello, en Suecia las altas temperaturas que se generan en un crematorio durante la incineración de cadáveres son aprovechadas para la obtención de energía, reduciendo así las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Más de cinco años atrás, un pequeño crematorio empezó a utilizar esta nueva práctica, eliminando así los gastos derivados de la calefacción. Desde entonces, son varias las instalaciones de este tipo que han decidido utilizar esta técnica.
Los hornos alcanzan temperaturas de 1.200 grados, lo cual obliga a que humos y gases deban ser enfriados mediante un sistema de tuberías que transcurre a través de contenedores de agua fría que, tras el proceso, se calienta. Para aprovechar la energía ya invertida, el agua caliente se transporta a la red de calefacción. Recientemente, en el crematorio de la ciudad de Racksta (Estocolmo) se ha dado un giro más de tuerca, enviando a la red pública la energía obtenida durante el enfriamiento.