El cementerio de La Almudena surgió en 1884 como camposanto provisional junto a la entonces en construcción Necrópolis del Este, aunque actualmente bajo su nombre se engloba todo el conjunto, integrado por el Cementerio Civil de Madrid y el Cementerio Hebreo. Este último, también conocido como Beit Hajaim, está compuesto por un centenar de tumbas, cuyas lápidas son adornadas con una Estrella de David y, en lugar de flores, los familiares honran a sus seres queridos con piedras que depositan sobre la tumba.
Las costumbres judías en lo que a entierros se refiere entran en conflicto con la legislación española ya que la religión hebrea especifica que el cuerpo debe ir a la tierra. En cambio, las leyes de España obligan a que el cadáver se entierre dentro de un ataúd. Es por ello, que los cuerpos enterrados en el Cementerio Hebreo de Madrid se encuentran dentro de un arca de madera, aunque sellada con pegamento y no con clavos, tornillos ni herrajes.
El camposanto judío madrileño fue el primero en construirse en España, y se puso en funcionamiento en 1922, durante el reinado de Alfonso XIII. Su extensión abarca una hectárea y está compuesto de una sola calle. Desde 1992, el Estado y la Federación de Comunidades Judías de España, de conformidad con los principios constitucionales de libertad religiosa, fijaron los cementerios judíos como lugares de culto.