La Fundación General de la Universidad de Málaga (FGUMA) organizó el pasado mes de noviembre, en el marco de sus Cursos de Otoño, el curso titulado ‘Patrimonio cultural funerario y turismo de cementerios para la práctica profesional como guía de turismo’. Francisco José Rodríguez Marín, profesor titular de Historia del Arte de la UMA, fue el encargado de impartir dicha formación, a la cual asistió Mario Blanco Vílchez, que explica en un artículo remitido a Revista Funeraria cómo fue el desarrollo del curso y los conocimientos teóricos y prácticos adquiridos en él.
La transición entre el trasiego de los vivos y la calma de los muertos siempre ha despertado interés en el ser humano: desde antes de que la Historia con mayúscula comenzara a escribirse, nuestros ancestros mitificaron el trance de la muerte y lo convirtieron en algo especial. No es extraño visitar un monumento dedicado al momento último de la vida; de hecho muchos de ellos son elementos patrimoniales declarados de interés para la Humanidad, pero parece que aquellos recintos dedicados, no olvidemos, a los muertos, al ser tan lejanos en el tiempo y tan distintos a los actuales, son menos funerarios, y tienen la licencia de no ser tabúes al criterio del ocio turístico.
Afortunadamente, esta visión empieza a cambiar y buen signo de ello es el afloramiento de cursos como el desarrollado en el marco de los Cursos de Otoño de la Fundación General de la Universidad de Málaga (FGUMA). Francisco Rodríguez Marín, profesor titular de la Universidad de Málaga (UMA), articuló en cinco jornadas un completo curso que introdujo los cementerios en la realidad del guía de turismo, y éste fue el valor añadido del mismo: no olvidar su condición de herramienta para profesionales del sector. Se trata de una experiencia pionera en formar en materia de necroturismo y llega en un contexto de mayor aceptación de los cementerios como realidad de la ciudad, de interés por ellos y por sus lecturas. En definitiva, de mayor demanda de experiencias culturales en estos espacios.
Los contenidos que se trataron abarcaron la realidad legal y conceptual del camposanto desde su origen hasta la actualidad, como espacios dinámicos, que dialogan con el visitante a través de su iconografía y simbología, y con el mundo mediante redes asociativas nacionales y supranacionales. Recibimos nociones para la selección de fuentes bibliográficas con objeto de elaborar un discurso correcto y riguroso, y aprendimos cómo viven la muerte fuera de nuestras fronteras, tanto ejemplos cercanos como los cementerios de origen anglosajón, concebidos como espacios que invitan a pasear y a ser disfrutados por la ciudadanía, como otros más lejanos, como el Día de Muertos de México, ejemplo de transculturación indígena y cristiana.
Un sugerente epígrafe, ‘El epitafio como escritura última’, nos introdujo, de la mano de Dña. Alicia Marchant Rivera, en la literatura que generan nuestros cementerios, con especial énfasis en las mujeres que dejaron un legado escrito ‘en’ o ‘sobre’ el Cementerio Inglés de Málaga. Y es que, esa fue la verdadera esencia del curso, su vocación práctica en la provincia: un porcentaje elevado de las horas totales estuvo dedicado a salidas técnicas a cementerios patrimoniales de la ciudad y provincia de Málaga: el Cementerio Histórico de San Miguel, el ya mencionado Cementerio Anglicano de Málaga, el Camarín y Cripta del Santuario de la Virgen de la Victoria y el Cementerio de San Sebastián de Casabermeja, en el interior de la provincia: todos con un factor común, su relevancia por su condición de patrimoniales, pero cada uno diferente, único y con fisonomía propia. En dichas salidas, Rodríguez Marín hacía las veces de guía y de tutor, dándonos una explicación de los recintos y a la vez aconsejando sobre el método a seguir a la hora de transmitir las explicaciones a un grupo de visitantes, con las implicaciones que conlleva: diversidad del grupo, edad, procedencia, preparación, interés, etc.
En ellos, tuvimos ocasión de descubrir y redescubrir estos espacios, presentes en nuestro imaginario social, desde una perspectiva práctica, siendo nosotros mismos los visitantes en ese momento, aunque sin perder la noción académica. Francisco José nos narraba de forma muy completa la historia, el arte y la razón de ser de cada rincón de los recintos, todos muy distintos pero con un eje patrimonial común. Hacía especial énfasis en el cómo transmitirlo, y nosotros mismos nos dimos cuenta del motivo, pues el mayor revuelo llegaba cuando algún dato alcanzaba a nuestro corazón de manera especial. Aquellos valores universales que mencionábamos antes cobran una nueva dimensión en estos lugares de reposo: la muerte democratiza la existencia, es una lluvia que moja a todos por igual y alcanza a cualquiera, no entiende de estrato social; lo importante no es cuánto podamos acumular en vida, sino cuánto somos capaces de dejar para la posteridad una vez llegue el momento de descansar y devolver a la tierra la vida que una vez nos dio.
No cabe duda, el necroturismo, el dark tourism y modalidades afines son ya una realidad, y los profesionales del sector deben ser rápidos en dar respuesta a una demanda que puede contribuir a diversificar la oferta de destinos que viven con saturación en sus espacios turísticos tradicionales, como es el caso de Málaga.