En la cultura occidental el hombre vive de espaldas a la muerte, con una actitud de negación frente a la misma. Pero la muerte es innegable, no se puede evitar. Y al enfrentarnos a ella, los rituales son cada vez menos solemnes; ceremonias rápidas dirigidas exclusivamente al ámbito familiar.
Pero no siempre ha sido así. A lo largo de la historia, y especialmente desde principios del siglo XIX y mediados del XX, las despedidas de los seres queridos se convertían en actos sociales de envergadura. El difunto se velaba primero en el domicilio; luego se desplazaba en carrozas fúnebres a la Iglesia y, finalmente, al cementerio. Todo ello con un seguimiento de la comunidad que era partícipe de toda la ceremonia.
Cuando se producía una muerte, la familia se vestía de duelo y el entorno social se encargaba de acompañarla durante ese proceso de recuperación tras la pérdida.
1. Primeros cementerios civiles
Originariamente los enterramientos se producían en el seno de la Iglesia. Los miembros más notables de la sociedad ocupaban el centro de las naves y laterales, mientras que el resto de la población se enterraba en terrenos colindantes. Pero la propagación de enfermedades y epidemias abre la veda a partir del siglo XVIII a prohibir los entierros en los templos.
El Real Sitio de San Ildefonso, en Segovia, alberga el primer cementerio civil de España, después de que el rey Carlos III ordenara, en 1785, que los camposantos se apartaran de las poblaciones, con el objeto de preservar la salud pública. Cambia entonces la cultura funeraria de la época, que promoverá la aparición de cementerios ubicados en las afueras de la urbe.
Pero esos cementerios extramuros seguían en manos de las órdenes religiosas hasta la desamortización española que se produce a mediados del XIX, la cual posibilitó la expropiación forzosa de tierras y bienes hasta entonces pertenecientes a la Iglesia. En ese período comenzarán a construirse los primeros cementerios municipales.
2. Primeros vehículos fúnebres
La carroza fúnebre era el mayor símbolo de enterramiento en el siglo XIX y existían de diversas tipologías según la clase social del finado. Estos carruajes tirados por caballos eran cada vez más sofisticados y con mayor ornamentación porque cumplían una función que iba mucho más allá del propio servicio de traslado del difunto.
No es hasta los años 20 cuando en España se empiezan a utilizar los primeros coches de tracción mecánica para los servicios funerarios, aunque inicialmente solo se usaban para trayectos cortos, transportando el féretro hasta el domicilio mortuorio, mientras que las carrozas seguían siendo las encargadas de realizar el transporte de la empresa de pompas fúnebres hasta la Iglesia y de ésta al cementerio. A partir de la década de los 50 los servicios funerarios se modernizan y las carrozas solo se utilizan en entierros de personalidades importantes. Progresivamente, éstas son sustituidas por lujosos vehículos extranjeros, difíciles de importar en aquella época.
Uno de los primeros vehículos a motor utilizados para un servicio funerario fue un Hispano Suiza modelo T16, fabricado en 1920. La empresa Estrada fue la encargada de transformar la carrocería sobre el chasis equipado con un motor de cuatro cilindros de 2.953 cm3 y 5 caballos de potencia.
Construido en el año 1968, el de Sancho de Ávila (Barcelona) fue el primer tanatorio que se inauguró en España, representando un antes y un después en los servicios funerarios en nuestro país. A partir de ese momento, las familias dejan de velar a los difuntos en sus domicilios particulares para hacerlo en espacios especialmente habilitados para tal fin.
Tras medio siglo operando en la capital catalana, en abril de este año abría sus puertas el nuevo Tanatorio Sancho de Ávila, adaptado a las necesidades de las familias del siglo XXI. El complejo funerario ocupa una superficie de más de 10.000 m2 y cuenta con un total de 20 salas velatorio.
4. Colección de Carrozas Fúnebres
En 1970 el entonces gerente del Servicio Municipal de Pompas Fúnebres de Barcelona, Cristóbal Torra, funda la 1ª Colección de Carrozas Fúnebres en el sótano de la sede oficial de la entidad. Esta colección -que hoy en día gestiona Cementiris de Barcelona- se trasladó en 2013 al Cementerio de Montjuïc donde se ubica actualmente.
La muestra, única en su contexto, recoge vehículos que van desde la segunda mitad del siglo XIX hasta principios del siglo XX. Consta de 22 piezas originales: 13 carrozas fúnebres con todos los complementos que las adornaban y que hacían posible su funcionamiento, seis coches de acompañamiento y tres vehículos motorizados.
En 1973 se inaugura el primer horno crematorio en nuestro país, el cual se instala en el Cementerio de La Almudena de Madrid realizando un total de 43 incineraciones ese año. El tiempo de incineración de un cuerpo era de unas 4 horas.
A principios de los 80, la tasa de incineración no alcanzaba el 2% del total de fallecimientos, si bien la tendencia a la cremación ha crecido exponencialmente hasta llegar en la actualidad a una media del 40%. En algunas capitales de provincia españolas se registran cifras cercanas al 70% aunque en el entorno rural este porcentaje sigue siendo muy inferior.