“Gracias a la tecnología, podemos atender a nuestros pacientes obteniendo los mismos resultados que en las consultas presenciales” (Luisa Pedrero Gil, psicooncóloga y experta en duelo)
Debido a las circunstancias que estamos viviendo a causa del coronavirus, nos hemos puesto en contacto con varios psicólogos del país para que nos expliquen cómo gestionar el duelo de los familiares que han sufrido la pérdida de un ser querido en la actual situación. En esta ocasión hablamos con Luisa Pedrero, psicooncóloga y experta en duelo.
La crisis generada por la expansión del Covid-19 ha supuesto un plan de medidas restrictivas en todo el país, entre ellas la no celebración de velatorios y funerales para evitar contagios masivos entre familiares y limitar el contacto social de los profesionales funerarios, un colectivo también en riesgo y que realiza una labor esencial en nuestra sociedad, dar sepultura a las personas fallecidas. Los expertos señalan que, el hecho de no poder despedir a un ser querido de forma presencial puede complicar el duelo. ¿De qué manera los familiares pueden gestionar ese duelo desde casa? ¿Qué herramientas pueden ayudar en el proceso?
Perder a un ser querido no es fácil, pero si además sumamos el no poder despedirse, puede llevarnos a desarrollar un duelo patológico. Hay que tener en cuenta, no obstante, que el no poder despedirnos es parte del proceso cuando, por ejemplo, la muerte es repentina y que la despedida podría considerarse un lujo ya que, insisto, no todos podemos decir adiós a nuestros seres queridos. Lo que ocurre es que en estos momentos complicados, en medio de la incertidumbre y el miedo que provoca el Covid-19, ante la prohibición de los velatorios masivos y los funerales sentimos que nos están robando algo y es difícil atender a razones. Ahora bien, si nos encontramos ante esta circunstancia, podemos realizar rituales o actividades que nos ayudarán a despedirnos simbólicamente de nuestros difuntos. Una de las recomendaciones es crear un altar a nuestro ser querido: poner una foto, unas flores, es decir, dedicar un espacio en casa que esté dedicado a él y establecer en familia un tiempo al día para dedicarle un pensamiento, una frase o una oración. Otra herramienta que puede ayudar es escribirle una carta imaginando que nuestras palabras le van a llegar; darle las gracias por todo lo compartido, pedir perdón por todo lo que no ha estado bien, decirle lo mucho que le queremos, despedirnos y dejarle ir. Es importante cerrar, como el capítulo de un libro. Después de escribir la carta, debemos quemarla, imaginando que todas esas palabras y emociones se evaporan y le llegan de alguna manera a nuestro ser querido. Las emociones son intangibles y a través de los rituales y los actos simbólicos podemos aprender a gestionarlas y evitar desarrollar un trastorno del estado de ánimo y/o un duelo patológico.
Una vez pase la pandemia y recuperemos poco a poco la normalidad, ¿las familias deberían rendir homenaje postergado a sus difuntos?
El duelo es un proceso individual y cada uno lo lleva de manera diferente. Si les nace realizar un ritual, rodearse de sus seres queridos para poder sentir el apoyo social y familiar de una despedida, adelante, pero si sienten que rendir un homenaje postergado no les va a ayudar, no es necesario. Hay personas que, con los pensamientos, las oraciones y los diálogos internos, realizan su homenaje de una manera muy íntima. Hay que recordar que el dolor es universal, pero extraordinariamente personal.
Algunas personas que han perdido a un ser querido durante estos días afirman que, además de no poder velar ni celebrar funeral, desconocen cuánto tiempo tardarán en recibir las cenizas de su familiar en caso de ser incinerado. ¿A qué deben acogerse estas familias durante este tiempo de espera y cómo pueden gestionar la carga emocional que implica enfrentarse a una pérdida con ausencia física?
Como sociedad tenemos muy poco trabajada la paciencia, estamos acostumbrados a tenerlo todo cada vez más rápido y si a ello sumamos la situación tan anormal que estamos viviendo, el agobio y el enfado aumentan. Es necesario validar lo que sentimos, es normal que estemos impacientes y nos enfade el protocolo que hay que seguir, es más, tenemos todo el derecho de enfadarnos, ahora bien, a lo que no tenemos derecho es a permitir que ese enfado nos traiga más sufrimiento. Hay que aprender a dosificar los pensamientos negativos, esto nos va a permitir ‘limpiar’ nuestro día y no sobresaturarnos. Recordemos que lo que pensamos influye en cómo nos sentimos.
¿Qué acciones estáis llevando a cabo los psicólogos para ayudar a las familias a canalizar esta situación y poder hacer frente a un duelo a distancia?
A día de hoy, gracias a la tecnología, estamos atendiendo a los pacientes vía telemática ya sea por teléfono, videollamadas individuales o grupales y también vía email. Lo positivo es que estamos comprobando que las intervenciones psicológicas a través de estas modalidades presentan los mismos resultados que en las consultas presenciales.
¿De qué manera podemos explicar a los niños la pérdida de un ser querido en estas circunstancias excepcionales? ¿Es importante hacerles partícipes de la pérdida
A los niños, como parte de la familia, hay que hacerles partícipes del duelo. Hemos de tener en cuenta la edad del niño/a, la relación que tenía con la persona que ha fallecido y cuidar aspectos como el vocabulario o el lugar y el horario en el que se le comunica el fallecimiento. El concepto de la muerte en niños menores de 5 años suele tener una connotación ‘mágica’, sin embargo, cuando son más mayores, empiezan asimilar que es un estado irreversible, que no hay vuelta atrás. En consulta les explico la muerte usando un guante de lana. Meto la mano dentro del guante y les digo que el guante es como el cuerpo de nuestro ser querido, que conforme pasa el tiempo y va cumpliendo años, empieza a desgastarse y a deteriorarse (en ese momento, pego un pellizco en el guante deshaciendo algunos hilos). Y cuando uno se pone enfermo, llega un momento que el guante ya no sirve y entonces saco la mano del guante y la pongo sobre la mesa. Y les señalo la mano; les comento que gracias a ella ese guante podía moverse, pero sin ella el guante no puede hacer nada. La mano es como nuestra alma, jamás se ‘pone mala’ ni envejece, no tiene dolor ni sufrimiento. Con este símil, los niños suelen entender muy bien el concepto de la muerte. Después de esto, entra la explicación que los padres quieran ofrecer, hay quienes hablan de que su ser querido se ha ido al cielo o que es la estrella más brillante del cielo, es una cuestión muy personal y que va en función de las creencias de cada uno. Si realizamos algún ritual en casa, debemos preguntarles si quieren participar haciendo un dibujo para ponerlo en el altar, escribiéndole una carta de despedida o dedicándole un pensamiento. En realidad los niños, con su naturalidad, nos dan lecciones sobre cómo puede ser la aceptación de la situación y acabamos aprendiendo de ellos.
¿Desearías destacar alguna cosa más?
Un proceso de duelo es un momento de evaluación de cómo fue nuestra relación con ese ser querido. Recordaremos momentos agradables y otros que no lo fueron tanto, no hay que ser duros con nosotros mismos, no olvidemos que no existen las relaciones perfectas. Hay que intentar llenarse de todo el amor que nos dejan y que ese amor se convierta en nuestro motor.
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