Era el 21 de junio de 2020 cuando se daba por finalizado el primer estado de alarma que se decretaba en España para afrontar la situación de emergencia sanitaria provocada por la Covid-19. Justo cuando se cumplen esta semana tres años de ese hito, Grupo ASV Servicios Funerarios publica el informe ‘Secuelas del Covid-19 en la superación del duelo’, un estudio cualitativo que profundiza en los efectos que todavía hoy prevalecen con consecuencias para muchas personas.
Las restricciones que se decretaron durante la pandemia de la Covid-19 en marzo de 2020 modificaron la celebración de los rituales funerarios. Con el fin de evitar una oleada de contagios, las autoridades españolas solamente permitieron acudir a los funerales a tres personas y se impidió el acceso a los tanatorios durante varias semanas.
Este hecho, junto con lo inesperado de las muertes, ha dado lugar a que algunas de las personas afectadas prolonguen su duelo más de lo normal. Y, por consiguiente, sufran una serie de problemas de salud mental que todavía persisten tres años después.
El informe ‘Secuelas del Covid-19 en la superación del duelo’ recoge la experiencia de diferentes psicólogos, pero también la de otros actores sociales que contribuyeron en la pandemia a gestionar de forma directa el duelo de las personas afectadas. Adicionalmente, se ha contado con los testimonios de varias personas que no pudieron realizar el ritual de despedida a sus familiares fallecidos debido al confinamiento.
Procesos de duelo enquistados
“Hemos querido realizar y ofrecer a la sociedad este informe al detectar, desde nuestra experiencia y contacto con familias en duelo que no pudieron despedirse de sus difuntos durante la pandemia, ciertas secuelas que perduran en el tiempo y procesos de duelo enquistados o enmascarados”, afirma Víctor Humanes, Director de Marketing de Grupo ASV. “Expertos y testimonios insisten en la importancia de los rituales funerarios y su valor en la superación de la muerte, algo que con la Covid-19 no se pudo llevar a cabo. Con este informe esperamos contribuir al conocimiento de todo lo que la crisis sanitaria trajo consigo y, sobre todo, seguir ofreciendo acompañamiento a las familias y herramientas para el cuidado de la salud mental, una de las principales apuestas de nuestro actual Plan Estratégico para los próximos años”, añade Humanes.
Rabia, culpa e incredulidad: principales secuelas
Según los expertos consultados, la rabia, la culpa y la incredulidad son las principales secuelas psicológicas que perduran en los que perdieron a sus seres queridos durante la pandemia.
“La pandemia ha hecho que se enquiste el duelo. Para ellos todavía no hay conciencia de pérdida. Hay tareas emocionales que no han podido superar”, afirma al respecto Nuria Javaloyes, psicóloga especializada en acompañar procesos de duelo. Según esta especialista, la rabia y culpa son los sentimientos que en un 90% de los casos sus pacientes presentan cuando acuden a consulta. “La culpa es de lo más complicado de trabajar en el duelo porque está relacionada con la rabia. No se soluciona tratando de quitarle culpa al paciente de forma temprana. Es un proceso lento en el que el paciente tiene que ir perdonándose”, añade.
Emociones alteradas
Por su parte, la psicóloga especializada en duelo, Victoria Meléndez, considera que la falta de apoyo en los velatorios produjo en sus pacientes un cúmulo de emociones alteradas entre las que se encuentran secuelas a nivel afectivo, pánico, depresión, sensación de culpa, apatía y estrés postraumático.
Desde una perspectiva similar se encuentra Guillermo Fouce, presidente de la Fundación Psicólogos Sin Fronteras. “No es tanto un duelo patológico, sino que más bien ha llevado a las personas a necesitar buscar la verdad y recibir explicaciones por la pérdida de su familiar, e incluso una fuerte necesidad por cerrar asuntos pendientes”. Asimismo, Fouce ha podido observar que la ansiedad y la depresión también persisten en este grupo de personas.
Olivia Reñón, enfermera en la UCI del Hospital de Orihuela, formó parte de un grupo de humanización con cerca de 140 profesionales sanitarios. Este equipo mantuvo una vinculación con los equipos de salud mental detectando los efectos psicológicos que la Covid-19 podría producir a pacientes ingresados en urgencias y a familiares. “Tuvimos pacientes jóvenes que murieron y hubo familias que quedaron con un duelo que todavía no sabemos cuánto tiempo tardarán en superarlo. Incluso muchos compañeros tenemos un duelo inacabado. En mi UCI el personal se agotó y quedamos tan solo un diez por ciento. Algunos acabaron medicados con bajas muy largas”, explica.
La importancia de la despedida
‘Secuelas del Covid-19 en la superación del duelo’ pone de relieve en este informe, por otra parte, la importancia de la despedida que no se produjo. Las personas que perdieron a sus familiares en pandemia y todavía sienten la necesidad de despedirse de ellos.
Es por ello que una de las medidas que los expertos en salud mental recomendaron para minimizar el impacto del duelo fue la celebración de rituales simbólicos. Estos, según los expertos consultados, contribuyeron a una mejor gestión del duelo y ponen de manifiesto la importancia de los rituales funerarios como un paso necesario para la superación de la muerte.
“Todo ritual que hagamos ayuda a conectar con lo ocurrido y, aunque produzca dolor y angustia, es un proceso que los pacientes deben pasar porque ayuda a conectar con el ser querido; por ejemplo, hablar de él o celebrar su cumpleaños”, explica la psicóloga Victoria Meléndez.
Rituales simbólicos
En este sentido, otra de las expertas consultada para este informe, Luisa Pedrero, recuerda el caso de unos niños muy afectados por la pérdida de su abuelo a los que recomendó celebrar uno de estos actos. Escribieron en un trozo de papel un pensamiento de amor, lo ataron a un globo de helio y lo hicieron volar para mandárselo a su abuelo. “Esto no solo ayudó a los niños a superarlo, sino también a los padres”, culmina.
Uno de los testimonios entrevistados, Alejandra Garrido, recuerda en este informe la despedida de su padre. “Nos fuimos a la sierra de Cotos. Era el lugar donde mi padre y mi madre iban a esquiar. Allí le dedicamos unas palabras. Me sentí muy bien. Es algo muy duro, pero a la vez bonito. Eso, junto con la terapia, me ayudó, y la culpabilidad poco a poco se te va yendo”.
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