La pérdida perinatal y gestacional se define por la Organización Mundial de la Salud como la pérdida producida entre la semana 22 de gestación hasta los primeros siete días de vida del bebé.
Por todos es sabido que somos una sociedad que vive de espaldas de la muerte. Se trata de algo incómodo de hablar, de ver y de afrontar, pero la muerte perinatal y gestacional es una realidad invisible, silenciada y que no está reconocida.
Cuando perdemos a un ser querido, la sociedad nos apoya, las personas cercanas nos arropan, intentan acompañarnos como pueden, como saben, pero siempre desde un reconocimiento del dolor de la pérdida. En cambio, cuando se produce la pérdida durante un embarazo o un recién nacido, generalmente se tiende a minimizar la situación, a quitarle importancia y, en este sentido, el duelo se puede complicar dado que el dolor puede ser vivido con culpa.
Por lo tanto, se suma al sufrimiento de una situación generalmente inesperada, la falta de reconocimiento social del mismo y, por ende, se priva a las familias de un acompañamiento adecuado en un momento tan difícil de afrontar.
Cómo actuar
Se trata de la pérdida del futuro planeado, para lo que nadie está preparado y que suscita muchas dudas sobre cómo tratarlo entre los sanitarios: qué decir, qué hacer… Y, sin embargo, esa actitud tendrá consecuencias directas sobre cómo se afronta la pérdida sufrida.
Aunque hay centros que han desarrollado sus propios procedimientos, no existe actualmente en España un protocolo unitario que establezca cómo actuar en estos casos y que forme a los profesionales en un trato adecuado, humano, con una comunicación afectiva, emocional, empática para orientar a las familias y acompañarlas en una situación tan traumática.
Y decimos familia porque otra de las cosas que suelen suceder es que en el caso que se reconozca un dolor, este sea el de la madre. Sin embargo, la pérdida impacta en todos los miembros de la unidad familiar. El padre sufre y muchas veces se le adjudica el rol de pilar que debe aguantar, que no puede desmoronarse. Sufren, en el caso que no sea el primero, los hermanos y hermanas que están esperando una llegada que nunca se produce. Sufren los abuelos, las abuelas. Es fundamental tener recursos para poder explicarlo también a los niños, a las personas mayores, y atravesar juntos una situación que afecta a todos.
“Cuando nos dijeron que no había latidos fue horrible. Había muerto nuestro bebé y nos fuimos del hospital con las manos vacías”. Las parejas que sufren estas pérdidas suelen manifestar que haber visto a su bebé, haber podido despedirse de ellos, haber recibido la comunicación de la muerte con más tacto y que se hubiera tenido en cuenta también al padre, les hubiera hecho sentir más comprendidos y transitar el dolor de otra manera.
Para muchas de estas familias que han vivido este trauma en soledad, las asociaciones son un rincón de amparo en el que pueden compartir su dolor y acompañarse. En los grupos de ayuda mutua están arropados por personas que pasaron por la misma situación. Allí sienten que no son las únicas, pueden compartir sus experiencias, hablar, transitar la tristeza, que es tan necesaria y no ocultarla.
Entender el duelo también es importante, conocer sus fases, saber en qué momento estás también ayuda, porque comprendes lo que viene y lo que vas a encontrarte, y eso calma la ansiedad por lo desconocido.
Dar visibilidad
Teniendo en cuenta que uno de cada cuatro embarazos no llega a término, es una realidad que no se puede ocultar ni negar y hay que generar mecanismos que permitan a las familias transitar esta situación tan dolorosa. Es fundamental visibilizar esta situación, darle cabida en el discurso y validar el sentimiento de quienes han perdido a su bebé para que no sientan culpa además del sufrimiento y acoger a las personas en su pena como en la muerte de cualquier otro miembro de la familia.
Hay que hacer algo, desde el ámbito sanitario hasta la sociedad en general, para no ser un punto más de dolor para estas familias que viven la inmensa tristeza de mirar una cuna vacía.
En la atención al duelo derivada del seguro de decesos DKV, se trata este tipo de pérdidas con una especial sensibilidad a través de un protocolo totalmente adaptado a la situación de las familias, haciendo una valoración personalizada para brindar la respuesta adecuada a cada caso en particular.
Consulta el artículo completo en el número 165 de Revista Funeraria