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La huella de la Covid-19

Las generaciones actuales re­cordarán el 2020 como el año en que todo se trastocó. Un mundo en pausa por un virus surgido casi de la noche a la mañana. Durante ese año, se registraron en España 492.930 fallecimientos, un 17,7% más que en 2019, según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE).

El sector funerario español ha de­mostrado ser un sector estratégico y esencial, atendiendo un exceso de mortalidad de casi 80.000 fa­llecidos en un año. La Covid-19 le obligó a adaptarse a nuevas ma­neras de prestar sus servicios y de relacionarse con la sociedad para cumplir con el momento de crisis que se atravesaba. No había una hoja de ruta ni un plan de contin­gencia para atender ese desafío. A pesar de eso, el sector ha estado a la altura de las circunstancias.

Las limitaciones de un Estado de Alarma que tuvo que decretar el Gobierno para hacer frente a la pandemia, eliminaron los servicios que suelen rodear a un sepelio por riesgo de contagios. Las instala­ciones funerarias y cementeriales se vieron sometidas a restriccio­nes en cuanto a accesibilidad y a la aplicación de aforos limitados.

La suspensión de prácticas sani­tarias en los fallecidos y las limi­taciones impuestas en los peores momentos de la crisis sanitaria, dejaron a los servicios funerarios casi en meros transportistas de cadáveres. Las restricciones por la Covid-19 hicieron que el sector fu­nerario tuviera que desenvolverse en un entorno diferente, desarro­llando sus servicios para adaptarse a la nueva realidad. La situación di­ficultó y llegó a impedir que las fa­milias y amigos pudieran reunirse, imposibilitando la celebración del duelo tradicional y provocando que la tendencia de incluir la innovación tecnológica en los servicios fune­rarios, iniciada años atrás, haya ex­perimentado una aceleración en su implantación.

Gestión emocional

La posibilidad de ofrecer trans­misiones en streaming facilitó un grado de accesibilidad a los seres queridos que no podían estar fí­sicamente presentes. También la grabación del momento de la inhu­mación o incineración ha ayudado a fabricar recuerdos sobre los que iniciar el proceso del duelo. El uso de la comunicación digital se in­crementó exponencialmente entre familiares y amigos.

Miles de familias han pasado por un duelo ‘pospuesto’ o por funera­les virtuales. La gestión emocional de situaciones con distanciamien­to social ha sido un reto para las empresas funerarias. La pandemia ha puesto en valor que las plantillas se formen más y mejor en habili­dades psicológicas. Es imprescin­dible analizar y estudiar lo suce­dido, para predecir la evolución de los rituales funerarios del futuro. La pandemia ha introducido cambios y alternativas en la forma en que las familias conmemoran a un ser querido, y también ha consolidado aún más la incineración como fór­mula funeraria.

La opinión mayoritaria de que, in­dependientemente de cuánto dure la crisis actual, existe la posibilidad de que en algún momento pueda llegar otra, entra en los pronósti­cos de la Ciencia actual. Habrá que estar preparados y conseguir que el sector funerario se considere servicio esencial desde el minuto cero y que esté integrado funcio­nalmente en el Sistema de Salud Pública, tal y como explica Vicente Luis Díaz Pedraza, Economista y Asesor de Marketing y colaborador de Revista Funeraria en el nº 161 que estará disponible esta misma semana en su versión digital y que nuestros lectores recibirán en pocos días.

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