El turismo de cementerios en España sigue creciendo
El turismo de cementerios, también conocido como necroturismo, ha experimentado un gran auge en los últimos años en todo el mundo y también en nuestro país, dado que la sociedad empieza a descubrir el patrimonio cultural, artístico e histórico que estos recintos guardan. Y esto ha sido posible gracias a las iniciativas de diversos cementerios y entidades cementeriales que trabajan día a día para conseguir romper el tabú existente en torno a la muerte y promocionar estos recintos funerarios. Es el caso de la ASCE (Asociación de Cementerios Europeos Significativos) o la AFCM (Asociación de Funerarias y Cementerios Municipales), que presentó en la feria madrileña de turismo Fitur el pasado mes de enero ‘Cementerios Vivos’, un proyecto que nace con el objetivo de facilitar al visitante todos los detalles del patrimonio que ofrecen los camposantos y que, a través del portal www.cementeriosvivos.es, reúne toda la oferta de esta amplia y singular propuesta.
Los medios de comunicación publican cada vez más noticias relacionadas con este nuevo turismo. Es el caso de El País que incluye hoy el artículo ‘Hacer picnic y running entre tumbas: los cementerios españoles cobran vida’, firmado por Sergio C. Fanjul y que reproducimos a continuación para interés de nuestros lectores:
Desde el corazón del madrileño cementerio de La Almudena los nichos casi llegan al horizonte en todas direcciones. Aquí hay aproximadamente cinco millones de difuntos, un número de muertos mayor que de vivos que pululan por la capital. Es bonito. Hay personas que aprovechan para hacer running entre lápidas, y se ven hermosos mausoleos y coloridos ramos de flores. Pero también es inquietante: estar aquí dentro nos trae recuerdos de los que ya se han ido. Y también nos evoca a pensar en nuestra propia finitud: algún día estaremos aquí o en otro de estos. ¡Ay!
La iniciativa Cementerios Vivos, de la Asociación de Funerarias y Cementerios Municipales (AFCM, que reúne cementerios públicos de 37 ciudades), quiere que nos reconciliemos con los cementerios y disfrutemos de sus bondades naturales, arquitectónicas, históricas, panorámicas, etc. “Se trata de poner en valor toda esa riqueza desconocida”, dice Jordi Valmaña, presidente de la asociación.
El cementerio: ¿es parque o museo? “En España son más museo, con mucha obra arquitectónica o artística, pero en Europa son más como parques públicos. En los países nórdicos las familias van a hacer picnic al cementerio en los meses de buen tiempo”, dice Valmaña. Al parecer aquí solo visitamos los camposantos con motivo de los entierros o el Día de Todos los Santos. Así que los responsables de los cementerios quieren atraer a la ciudadanía a disfrutar de estos espacios de otro modo. Luego está la chavalada que va a hacer botellón por la noche (e incluso cosas más raras) o el tópico de los siniestros de pelo cardado y riguroso negro que se sienten en ellos como en casa. “Pero esto ya no nos interesa tanto”, afirma el presidente.
No es típico el turismo en los cementerios españoles, pero sí de otras latitudes. Por ejemplo, el cementerio de Père-Lachaise, en París, es una atracción turística de primer orden, tal vez el cementerio más famoso del mundo. Un auténtico Hall of the Fame. No es para menos: allí descansan Jim Morrison, Marcel Proust, Oscar Wilde, Édith Piaf, Frédéric Chopin o Molière, entre muchas otras grandes estrellas de todos los ámbitos. Hay tal cantidad de celebridades pretéritas que solo falta un photocall (fantasmal) en la puerta. Otros cementerios ampliamente visitados son el cementerio judío de Praga, las catacumbas de Roma y París, o el cementerio de Highgate, en Londres, donde muchos peregrinan para hacerse un selfie revolucionario con la imponente efigie de la tumba de Karl Marx. En 1970 una leyenda urbana difundió que por allí pululaba un vampiro.
¿Y en España? La Almudena congrega también un nutrido grupo de celebridades: Lola Flores, Tierno Galván, Lina Morgan, Ángel Cristo, Santiago Ramón y Cajal o Juan Carlos Onetti. Como ven se mezcla de todo. En el anexo cementerio civil están Pasionaria o Pablo Iglesias (senior), entre otros izquierdistas, republicanos, ateos y librepensadores. Pero no todo es famoseo.
El cementerio de San José, en Granada, se encuentra dentro del entorno monumental de la Alhambra. Desde la Guerra Civil hasta bien entrado el franquismo, 1956, algunos historiadores calculan que allí fueron fusiladas unas 4.000 personas. El cementerio de Monturque, en Córdoba, muy andaluz, de muros blancos, esconde otro secreto: unas cisternas romanas subterráneas, que se descubrieron en 1885, cuando se hizo necesario ampliar el camposanto debido a una epidemia. Allí se celebran las curiosas jornadas culturales Munda Mortis, dedicadas a enfocar la muerte desde otros puntos de vista: “cultural, turístico y festivo”. En la última edición hubo concurso de gachas, taller de faroles de melón, recreación de ritos funerarios romanos, teatro, conferencias, visitas guiadas y actividades infantiles, como una llamada Cementerio para los sentidos.
El de Monturque forma parte de la Ruta Europea de Cementerios Singulares, que reúne 179 cementerios de 22 países, como el de La Almudena, el de Linares, el de Arenys de Mar, el de Vilafranca del Penedés, el de San Amaro en A Coruña, el de los Capuchinos en Mataró, el de La Carriona en Avilés, el de Polloe en San Sebastián o el de Camariñas en Galicia, entre otros. Lo que les diferencia es, sobre todo, su valor arquitectónico y artístico. El de Camariñas, en A Costa de Morte, conocido como De los Ingleses, acoge a las víctimas del naufragio del navío británico HMS Serpent en Punta do Boi, en 1890. De los 175 tripulantes solo sobrevivieron tres. La reina de Inglaterra, Victoria, agradeció al pueblo con una carta, un reloj de oro para el alcalde, un barómetro para el pueblo, una escopeta para el párroco y 30 libras para los que colaboraron en el rescate.
“Se suele decir que en el Cementerio de Montjuïc se concentra la mayor cantidad de arte modernista por metro cuadrado de Barcelona”, apunta Valmaña. Y eso que en Barcelona hay mucho modernismo (del de antes y del de ahora). “A la burguesía de principios del XX le gustaba pasear entre esa riqueza arquitectónica tan espectacular, como si fuera el Paseo de Gracia, encontrarse y comentar la actualidad política”, añade el presidente. Vamos, que era el sitio ideal para ver y ser visto, y también un espacio donde las familias adineradas competían por tener el mausoleo más impresionante (y el tamaño sí importaba). Alberga, además, un Museo de Carrozas Fúnebres, donde se pueden ver 19 carruajes mortuorios.
Se han hecho hasta rankings: según un premio organizado por la revista Adiós Cultural, los cementerios más bonitos de España fueron el Parque de la Paz en Valencia, totalmente ajardinado, el de Ballena, en Castro Urdiales, pequeño y frente al mar, como sacado de Moby Dick, y el de Alcaudete, en Jaén, de gran interés artístico (la clasificación recoge hasta 10). En cuarta posición está el de Luarca, muy llamativo por estar encaramado a una atalaya que enfrenta al violento mar Cantábrico, con grandes vistas panorámicas, su ermita y su faro, y en el que reposan el premio Nobel Severo Ochoa o el recientemente fallecido director artístico de cine Gil Parrondo, ambos naturales del pueblo. Debajo de la atalaya está el Museo del Calamar Gigante, digno de Julio Verne, que sufrió su gran aventura en el temporal de 2014 y no ha podido volver a abrir sus puertas debido a los destrozos causado por las olas vengativas.
“Visitar cementerios es también una forma de homenajear a las generaciones que nos precedieron, nadie muere del todo mientras se le recuerda”, dice Valmaña. Tal vez, podemos añadir, de tener una relación más natural con la muerte, acabar con ese tabú, y vivir como lo que somos: mortales. “Tenemos que vivir de cara a esa realidad y desdramatizar el tema de la muerte”, concluye el presidente. Este domingo, si hace bueno, a pasear entre las tumbas. El tiempo apremia.
Vía El País.
Ver artículo ‘Hacer picnic y running entre tumbas: los cementerios españoles cobran vida’, de Sergio C. Fanjul